Las manos de la protesta - Oswaldo Guayasamin




“Cada pintura, es la mezcla de una oración y un grito”

Los turistas o caminantes que en la ciudad de Quito, estén interesados en conocer la obra de Oswaldo Guayasamin, podrán descubrir en ella, el resultado del pensamiento de toda una vida, el mensaje que el grita en sus pinturas a lo largo de toda una carrera dedicada a la sensibilidad por los seres mas desprotegidos.

El mismo resume su obra en una frase: “Que haya paz”. Su mirada es triste, porque el solo ve el caos de seres que sufren, de niños con frío, de razas que se enfrentan y culturas que se pierden, su mundo contemporáneo le preocupa de principio a fin y no hay pincelada sin sentido social, en un hombre que busca la paz a través de develar el caos que lo rodea, pero siempre desde el renacer de la nueva América.

Cuatro temáticas centrales componen sus casi 60 años en las artes, desde el año 1931 en que se inscribe en la Escuela de Bellas Artes, hasta los últimos años de su vida, y del siglo dedicados a su obra magna “La capilla del hombre”.

Su primera etapa es el resultado de sus años en la academia, y de un viaje de diez años que el realzará en la década del 40 desde la Patagonia a México, con el objetivo de investigar las tres culturas centrales pre-colombinas. En el museo de la fundación Guayasamín, a escasas cuadras de “La capilla del hombre”, se encuentra su colección privada de reliquias arqueológicas, con mas de tres mil piezas y objetos arqueológicos pertenecientes a las diferentes culturas originarias de a costa, sierra y selva. Esa serie, de tótems, representaciones religiosas y diversos elementos y objetos arquelogicos de todo orden, hacen del cimiento de su obra, parte de un rescate cultural, y de una camaradería artística ancestral, que permite comprender un poco el enigma de la magnitud de su mensaje.

La segunda temática, en la que el trabaja durante tres décadas, se llama: “La edad de la Ira”, la cuál es su obra mas larga y conmovedora, donde relata el dolor por tanto sufrimiento que había en el mundo, la guerra Civil Española, las guerra frías, el mensaje es violento y conmovedor, y busca generar una fuerte impresión en el publico: la imagen de un Pinochet desangrado, como el retrato de Dorian Gray, pero de Pinochet. Una madre indígena con su hijo muerto en brazos. Hay que recordar que sus pinturas abandonan en la década del 60 el expresionismo clásico de Bellas artes, para permitirse crear con otras normas y reglas de arte plástica, otorgándole a sus trabajos, una frescura y una modernización propia del cambio cultural que se desarrollaba.

Comienzan los años 70 y su amistad con Fidel Castro, y los espacios mas contestatarios de la época, hacen de su obra: “La ternura”, su etapa menos difundida o publicada. Pero se destacan sus trabajos y grandes murales dedicados a la familia indígena, la madre, el retrato de las razas, los niños, y las madres.

Se escapaba el siglo XX, y Oswaldo Guayasamín se encontraba realizando su obra cumbre:_ La capilla del Hombre, un verdadero templo de magnitudes inmensas que es un resumen de todas sus preocupaciones centrales, con la misma arquitectura de los templos Incas, pero con un diseño moderno y fresco, que le da al lugar la cualidad de generar en los visitantes un momento de solemnidad y contemplación, dedicado, a la paz del hombre. Se destaca la silla chamánica de enormes proporciones que conceptualiza en cada pared del costado, las tres culturas pre-colombinas. También, hay un cuadro que se compone de 6 piezas, que puede ser combinado en tres millones de formas diferentes, el cual, muestra a un grupo de veteranos de guerra jugando al fútbol completamente lisiados; y la obra mas grande de La Capilla del Hombre es el último mural que Oswaldo Guayasamín hizo en su vida: Un águila americana, que se posa y revuelca a un toro español. Se destaca el fondo azul marino, que habla de un renacer de América, y su tamaño, veinticinco metros de largo por quince de alto.

En el año 1999, Oswaldo Guayasamín se va de este planeta, pidió que lo sepultaran atrás de la capilla, en el parque de su casa, debajo del pino donde trabajo toda su vida. Su último deseo fue que lo entierren como a sus antepasados, en el vientre oscuro y fresco, de una vasija de barro, con su tabaco, su espátula y su licor.

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