Las comunidades del interior de la provincia de Pastaza, mantienen un sistema propio de organización y participación. La idea consiste en asegurar el funcionamiento de las comunidades evitando la necesidad de recurrir a los mecanismos habituales del Estado. Por otro lado, el objetivo es que el avance y progreso de todos los integrantes de las comunidades sea en común sin que se presenten diferencias o ventajas entre una familia u otra. Como no existen autoridades judiciales ni policías en el seno de las comunidades, los síndicos y vocales a cargo ejercen la labor de solucionar conflictos, mediar los malentendidos y dar conocer lo necesario al resto de la población.
La esfera privada de los habitantes de las naciones indígenas es mucho más limitada que lo habitual. Un comunero debe dar a conocer si va a partir de viaje, y en caso de recibir visitas, asi sea un indígena de otra comunidad, debe presentarse en primer término con las autoridades a cargo, presentar su identidad, una autorización de la comunidad de origen y especificar el motivo del viaje así como también la duración de la estadía.
En el caso particular de la comunidad Santa Ana, el cacique, abuelo y fundador de la comunidad se llama Walter Rodas Vargas, y debido a que está jubilado y ha trabajado desde su fundación está eximido de cualquier labor, sin embargo permanece trabajando al lado de sus hermanos en reemplazo de quienes no pueden asistir a las mingas o a las reuniones. Y además, personalmente oficia de vigilante recorriendo, conversando, mirando y garantizando el orden y la paz del lugar. Cuando la policía llega de visita para dar una vuelta, o preguntar si hace falta algo, Walter es el primero en hacer saber su malestar, agrediendo a los visitantes. Cuentan que cuando era joven les propinaba una severa trompada a los policías por el solo hecho de adentrarse en la comunidad, por lo que tiene registrado hasta sesenta y seis entradas en el calabozo, siempre por combates y discusiones con la policía. Cuentan que tiene una receta llamada “huil de oso” que lo transformaba en un verdadero oso, llevando al extremo a los azules teniendo que arrinconarlo hasta con cuatro o más oficiales armados con fusiles para retenerlo, y aún mostraba su severo malestar por tener que alzar las manos en esas circunstancias.
El territorio de las comunidades no puede ser vendido, alquilado ni arrendado por nadie, hay una cantidad de territorio asignada para cada familia y otra gran cantidad en estado de reserva. La mayor parte de las obras comunales, así como el trabajo fuerte en las chacras se realiza a través de mingas, que son jornadas laborales donde se presentan al menos un integrante por familia para trabajar por el bien común, los ausentes deben pagar multa.
Las autoridades son anuales, y constan de un vocal, un síndico, un tesorero y un presidente de la comunidad, los cuáles renuevan sus cargos una vez por año. En las asambleas comunales todos deben asistir obligatoriamente y es el momento donde se resuelve todo lo concerniente al desarrollo del lugar, así como los conflictos, los planteos generales, inclusive es el momento donde se autorizan, previa discusión amplia, los casos de poligamia muy habituales en el pueblo KICHWA y SHUAR. Siempre las reuniones son en lengua kicwa para que todos puedan entender.
De todo el conjunto de comunidades de la región se escogen tres representantes que realizarán las gestiones con las autoridades provinciales. En la mayoría de los casos se prioriza a los jóvenes para la dirigencia, para que así acumulen experiencia y los mayores puedan ir guiándolos.
Desde el año 2005 se ha implementado el plan de voluntariados, donde a través de una fundación se organizan para recibir la visita de extranjeros de todo el mundo, algunos se quedan varios meses e intercambian mano de obra rural por alojamiento y comida.
La mayoría de las familias son de trece o quince hermanos, y no se registran comuneros que tengan empleo, todos viven del trabajo en la tierra y de la ayuda común, no pagan por los servicios ni por el territorio y la pesca es central en su alimentación.
El cordón de comunidades que orillan el río Pastaza es único en su caso, donde la subsistencia se realiza en común, apreciando las cualidades individuales, creciendo en conjunto y armonía. No se registran iglesias en la zona, pero la gente del lugar que decide vivir y compartir sus días lleva como insignia los valores de la libertad, la cual alcanzan con un estricto y detallado sistema de vida en común.
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